domingo, 20 de noviembre de 2016

María

De repente apareció
y la tormenta de nuevo surgió.
Fueron quizás sus ojos,
quizás su pelo.

Comenzó a hacer
y deshacer
lo que le vino en gana.
Le llamé enana.

Construyó un barco,
y se marchó.

De repente desapareció,
y la tormenta en mí permaneció.
Sí, fueron sus ojos.
También su pelo.

Terminó de hacer
y deshacer
lo que le vino en gana,
porque en mi tormenta ella manda.

Destruyó un barco,
y se marchó.