jueves, 24 de mayo de 2018

Dinero


Desapareció el dinero de mis manos, se esfumaba. Tenía pensado acercarme a un súper a comprar cualquier tontería para picar. Alcé la cabeza, miré a mi alrededor y vi que algunas personas estaban comprobando sus bolsillos, como si les faltara algo. Por un segundo la idea de que fuera también su dinero se me pasó por la cabeza, pero negué rotundamente. Eso era imposible.

Esperando reorganizar mis recuerdos para haber dónde podría haberse caído mi dinero, vi salir a una señora del súper. Se le veía aturdida y con las manos vacías. Poco a poco el control de la calle comenzaba a desvanecerse. Todo el mundo parecía haber entrado en un estado de confusión.

Así que me lo volví a plantear, en vez de cuestionar mis propias capacidades cognitivas. Tenía el dinero en la mano y… ¿Lo vi esfumarse? Sí, parece que fue exactamente eso. Me pareció ver a más personas en mi estado, así que pensé: “Si no soy el único, el mejor sitio para descubrirlo es el supermercado.”

Entré. Efectivamente, algo parecía estar mal. Había cuatro cajas donde pagar, de las cuales dos estaban sin nadie al cargo. En las otras dos, una mujer metía una y otra vez la caja para poner el código. Me pareció que tenía esperanzas de que volviera a aparecer el dinero que se había esfumado. El otro se trataba de un cajero. Estaba intentando dialogar con un hombre que, parece ser, estaba realizando una compra considerablemente grande ¿Sería la del mes? Estamos a 2 de mayo. Su discusión consistía en un diálogo muy simple:

– No se puede ir sin pagar. – Explicaba el cajero
– Has visto como se esfumaba el dinero. – Reclamó el cliente
– El dinero no se esfuma. No puedo permitirle salir con esos productos.

Entonces, fui prudente y me puse a buen recaudo. Era relativamente consciente de la posibilidad que todo esto implicaba, pero quería verlo con mis propios ojos.
Esperé cerca de dos horas dentro del súper, hasta que ocurrió lo que pensé: ya no había dinero, por lo cual, había comenzado la lucha por la supervivencia. En cuestión de pocos minutos, ciudadanos de mayor y menor estatus, trabajadores, mendigos, toda clase de persona que tenía la oportunidad recorría el supermercado arrasando con todo y cogiendo el máximo de provisiones posibles.

Decidí pasear entre el caos, siempre manteniéndome al margen. Sabía que mis capacidades físicas dejaban mucho que desear y que mi esperanza de vida en un mundo sin dinero se basaba plenamente en puros golpes de suerte. Un ser racional en medio del caos necesita demasiado tiempo para apaciguarlo, así que era probable que mi muerte se avecinara pronto.

En fin, siguiendo con la historia de mi recorrido, vi diversas imágenes de violencia. No sé si me resultó terrible o cómico ver a una señora golpeando con el puño cerrado a un trabajador para arrebatarle los yogures azucarados que estaba cargando. Continué caminando. Llegué a la sección de carnicería, donde un hombre estaba de pie gritando las siguientes palabras:
El dinero se ha esfumado ¡pero nuestra humanidad y nuestro orden no dependen de él! Dentro de nuestras capacidades como seres humanos se encuentra el saber organizarnos, la capacidad de amor al prójimo. En tiempos antiguos el dinero no era necesario.

Efectivamente, este intento de profeta acabó siendo bajado a golpes por sus propios conciudadanos.

domingo, 12 de marzo de 2017

Igualdad

Igualdad nació. Fue, curiosamente, una niña no exactamente deseada. Más bien fue necesaria. El problema vino cuando con el tiempo le tacharon de utópica, de mentirosa, de inexistente. Poco a poco todo se fue tornando negro e Igualdad acabó cayendo en las redes de la soledad. Aquel día cuando la volví a ver después de tanto tiempo no podía creérmelo. Sus balanzas se habían roto y era incapaz de mantener el equilibro por más de dos segundos. Creo que incluso decir dos segundos es decir demasiado.
Actualmente, Igualdad está en un estado crítico. Intentan recuperarla mediante movimientos, manifestaciones, etc... Pero aun así está al borde de la muerte. No sé muy bien qué hacer por ella. La última vez que hablamos me dijo que necesitaba que los demás fueran más conscientes, más empáticos. Me pidió entre lágrimas que le ayudara, que no le dejara morir así, que el mundo la necesitaba.
Hoy pido perdón a Igualdad por no haber podido evitar su muerte y le prometo que lucharé porque algún día alguien como ella vuelva a nacer.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Larry

Hola, mi nombre es Larry. Vivo con mi familia en un lugar oscuro. A menudo tengo miedo y en ocasiones se escuchan ruidos… Como si hubiera muchas personas hablando. Otras veces, de repente, este lugar oscuro se agita o da un golpe ¡Incluso hace poco mi hermana Clara se partió por la mitad! Papá y mamá dicen que es porque tuvo un hijo, pero no les creo, porque mi hermana Clara dijo que jamás podría volver a moverse.
Hace un mes desapareció mi prima Sofía y no sé dónde está. Aunque desde que se fue, cuando escucho a alguien gritar: ‘¡Silencio!’ y los gritos cesan, escucho sus chillidos. Al principio no sabía que eran de ella, pero finalmente conseguí reconocer su voz.

Ha pasado un tiempo, quizás unos meses… Ahora tengo mucho miedo y sigue muy oscuro. Se siguen escuchando los gritos y ese ‘¡Silencio!’ que hace que cesen de golpe continuado de alaridos de mi mamá, que fue la última en irse. Cuando se fue papá solo quedábamos nosotros dos, pero ahora ella tampoco está y yo… Yo…

Ha pasado un mes… Creo. Ahora estoy fuera, veo luz, pero lo prefería cuando estaba oscuro. He visto a papá y a mamá… Y a mi hermana Clara. Ah, y también a mi prima Sofía. Todos estaban en unas esquinas de algo a lo que esos seres gigantes y malvados llaman “pizarra”.
A veces me coge un señor, otras veces, una señora. Y me hace daño cuando me da golpes, a veces incluso grito, porque duele mucho. Mamá me dice desde la esquinita que tengo que aguantar… Porque ya soy mayor.

Ya no me queda mucho, de repente vuelvo a ser pequeñito… Han utilizado a otra porque ya no me pueden coger de lo pequeñito que soy. Él también grita… Tengo miedo.

Han pasado años y hoy me ha cogido un chico. Me ha metido a un lugar oscuro pero calentito, aunque se movía mucho.

Ese chico malvado me ha tirado en la calle y me ha cogido una niña pequeña con sus dedos diminutos. Me tiene mucho cariño y estoy en un lugar donde hay muchos niños como yo. Ahora tengo muchos amigos, pero echo de menos a mamá, a papá, a mi hermanita Clara y, por supuesto, también a mi prima Sofía. Espero que estén bien.




Escribí esto cuando tenía alrededor de 12-14 años. No lo recuerdo muy bien. Últimamente estoy asistiendo a un taller de literatura y cuando un monitor leyó la historia me dijo que era muy parecido al estilo de escribir de Julio Cortázar. Espero que os haya gustado.

domingo, 20 de noviembre de 2016

María

De repente apareció
y la tormenta de nuevo surgió.
Fueron quizás sus ojos,
quizás su pelo.

Comenzó a hacer
y deshacer
lo que le vino en gana.
Le llamé enana.

Construyó un barco,
y se marchó.

De repente desapareció,
y la tormenta en mí permaneció.
Sí, fueron sus ojos.
También su pelo.

Terminó de hacer
y deshacer
lo que le vino en gana,
porque en mi tormenta ella manda.

Destruyó un barco,
y se marchó.

miércoles, 15 de julio de 2015

¿Demonios o tú mismo?

Muchas veces he leído que tenemos demonios dentro, que son nosotros mismos.
Y no, no estoy de acuerdo.
¿Qué demonio que se precie se deja ver con facilidad?
Puedes echar de tu ser de lo que eres consciente, pero no puedes defenderte contra un golpe por la espalda.
Subestimamos a los demonios, diciendo que somos nosotros mismos, pero no. Si algo tengo muy claro, es que lo peor, es confundirte, hasta el punto de dejar de conocerte al nivel de pensar que tú mismo te harías daño, y autodenominarte demonio, como si todos tus problemas fueran carga de tu propio ser.
Pase lo que pase, es necesario confiar en uno mismo pues es imposible que nosotros mismos nos hagamos sufrir de esa manera.
A fin de cuentas, solo somos víctimas.